Ante el concierto internacional, las grandes potencias deben justificar los propósitos de sus delirios belicistas. La idea es manipular y engañar al público, no solo como herramienta de justificación, sino también como herramienta de lograr respaldos. Y en esa línea de manipulación perversa, se encuadran las llamadas "guerras proxys" o guerras por delegación, siendo relevante y muy sonado este concepto a raíz de la guerra ruso-ucraniana.
La perspectiva de una "victoria" de Ucrania frente a Rusia, inimaginable a principios del conflicto, resurge en el discurso occidental con el aumento de la ayuda militar de varios países de la OTAN a Kiev.
Entre un "statu quo" con el actual frente y el hipotético retorno de Crimea a Ucrania, la naturaleza de esta victoria de Kiev es objeto de muchas conjeturas por parte de los analistas occidentales contactados por la AFP. Sin embargo, en Rusia no pueden creer que esto esté pasando y son contundentes al decir que la OTAN se encargó de generar una “guerra proxy”.
Desmenuzando el concepto de “guerra proxy”
Para comenzar a escudriñar este término y que las personas lo reconozcan, lo primero que hay que decir es que las “guerras proxys” tratan sobre las guerras por delegación.
“Una guerra proxy ocurre cuando un estado combate a otro estado, pero en lugar de usar sus propias fuerzas militares emplea las fuerzas de otro, que puede ser otro estado, una milicia o señores de la guerra”, le dice a BBC Mundo Daniel Byman, profesor de Política Exterior de la Universidad Georgetown (EE.UU.) y analista senior sobre Medio Oriente del Brookings Institute.
Las guerras subsidiarias o guerras proxy son un tipo de conflictos en los que se distingue un conflicto interno entre distintos bandos o actores que se engloba como parte de otra rivalidad entre potencias o actores externos. A pesar de que las guerras proxy se han dado a lo largo de la Historia, conocerlas resulta revelador acerca de la naturaleza en el mundo en el que vivimos y la situación geopolítica de la región donde ocurren.
En la mayoría de los libros de Historia mundial, al dedicar un capítulo a un conflicto armado en concreto, normalmente observamos un apartado de “Dimensión internacional del conflicto”, donde se describen los intereses de las principales potencias mundiales de por entonces y las alianzas con alguno de los bandos locales. Asimismo, muchas veces se denuncia, en casos como la guerra siria, que uno de los factores que imposibilita la paz es la falta de acuerdo de los países involucrados respecto a una única solución.
Vladimir Rauta, docente de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Reading (Reino Unido), señala que estas intervenciones pueden realizarse de distintas maneras.
“Ese apoyo puede materializarse a través de transferencias de armamento, información de inteligencia o financiamiento. La forma más común de apoyo es proporcionar santuario, refugios territoriales seguros”, le dice a BBC Mundo.
“Una guerra proxy implica algunas o todas estas formas de apoyo, pero nunca el envío de tropas, porque cuando un estado aporta tropas ya se convierte en una intervención militar directa”, destaca Rauta.
Ventajas para las potencias imperialistas
Lo cierto es que, en la mayoría de los conflictos armados, tanto en el pasado como en el presente, existen actores internos y externos. Normalmente, el actor externo tiene una serie de intereses —económicos, energéticos, geoestratégicos, etc.— en el territorio en conflicto y se alinea con un actor interno que, de alguna forma, resulte favorable para esos intereses. Pero existen una serie de conflictos en los que la dinámica externa excede el conflicto mismo y se encuadran en un marco superior donde cobra importancia no tanto el conflicto interno en sí, sino las implicaciones regionales o mundiales del enfrentamiento entre actores externos. Se trata de las guerras subsidiarias o guerras proxy, conflictos que forman parte de una dinámica de rivalidad y enfrentamiento entre dos o más actores locales o mundiales.
Una estrategia militar basada en la participación en guerras proxy resulta muy atractiva para “los países que tratan de eludir los elevados costes en términos humanos y económicos que implica la participación directa en un enfrentamiento armado”. Hoy en día, resulta difícil imaginar un conflicto a gran escala entre Rusia y Estados Unidos o entre Arabia Saudí e Irán; sin embargo, nadie niega la rivalidad entre esos países. Para ellos, resulta mucho más cómodo y práctico desarrollar esa rivalidad lejos de sus fronteras y limitando al máximo la intervención militar directa apoyando a un aliado local. En definitiva, se trata de trasladar el conflicto a un lugar distinto del tablero.
Siempre han existido este tipo de guerras
Conviene recordar que este tipo de conflictos fueron muy frecuentes entre Estados Unidos y la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría cuando, por ejemplo, había fuerzas enfrentadas en una guerra civil en lugares como Somalia o Etiopía y cada superpotencia apoyaba a alguna de las partes, de forma que competían por influencia a través de estos terceros.
Guerras de este tipo también se libraron en Asia, Medio Oriente y América Latina, como ocurrió en Nicaragua en la década de 1980.
Se puede decir que, durante cuatro décadas, la Unión Soviética y Estados Unidos estuvieron al mando para ser los reyes del mundo y buscaron tener influencia en altas esferas alrededor del planeta sin llegar a combatir por sus intereses en un conflicto armado.
Y es que decir que no hubo conflicto entre estos dos actores también puede ser una imprecisión. Lo que pasaba era que se utilizaban a unos actores secundarios para librar estas guerras sin que quedaron a título oficial.
Acusaciones en contra de la OTAN
Desde el inicio de la guerra, varios países de Occidente han enviado ayuda militar para apoyar a Ucrania en su defensa ante la invasión rusa.
Esta es la razón por la que desde Rusia se acusa a la OTAN de estar llevando adelante una "guerra proxy" contra Moscú y se advierte que esto podría derivar en el estallido de la Tercera Guerra Mundial.
Eran las llamadas "guerras proxy" o guerras por delegación fueron muy frecuentes en el marco de la Guerra Fría, cuando la Unión Soviética y Estados Unidos estuvieron involucrados en un enfrentamiento ideológico.
Durante poco más de cuatro décadas, estas superpotencias estuvieron compitiendo agresivamente por esferas de influencia alrededor del mundo sin que nunca llegaran a combatir directamente entre ellas en un conflicto armado.
Eso no significaba que durante aquel medio siglo no hubiera guerras entre ellos, sino que estas ocurrían en otras partes y a través de otros actores.