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Desinformación

Con tantas fuentes de información en línea, a algunos niños les puede resultar difícil entender qué es verdad. En esta publicación, aprenda sobre la desinformación, cómo se manifiesta y cómo afecta el bienestar y la seguridad de los niños en línea.

  Conceptualización


¿Qué es la desinformación?

Según la Comisión Europea, “la desinformación o noticias falsas consisten en información demostrablemente falsa o incorrecta que es elaborada, presentada y difundida para obtener una ganancia económica, para engañar de manera maliciosa al público o para causar un daño”.

Estas informaciones son distribuidas a través de plataformas y perfiles que, aparentemente son reales, pero en realidad se desconoce su verdadero origen.

Su principal objetivo es introducir en la opinión pública una serie de noticias falsas, medias verdades o información altamente subjetiva e interesada, apelando al efecto emocional del receptor y, en definitiva, anulando su capacidad de juicio o pensamiento crítico.

Se trata, por tanto, de una táctica que supone una seria amenaza a la seguridad, ya que estas acciones ofensivas de comunicación (popularmente conocidas fake news) pueden causar el caos y la confusión de la opinión pública de países adversarios entre sí, cambiar o modular la ideología de la sociedad o incluso provocar revueltas o acciones violentas contra ciertas personas, en ocasiones, irreparables.

¿Y quién o quiénes están pueden estar detrás de estas acciones? Según el CCN, los responsables suelen ser gobiernos y grupos organizados que tienen como objetivo erosionar y debilitar la cohesión interna de un Estado o un grupo de estados considerados como adversarios y, de esta manera, redefinir su posición geoestratégica.

La desinformación es uno de los fenómenos que atraviesa esta nueva era de globalización-desglobalización. No existe una definición unívoca. Antes, al contrario, la desinformación es un concepto polisémico con objetivos, estrategias o valores que no siempre convergen en un plan de acción o una agenda política. La desinformación no se mide por el número de noticias falsas que inundan las redes sociales o por la banalización de las ruedas de prensa. Consiste en la ideación, producción y distribución de contenidos imprecisos, no verificables, erróneos o -directamente- falsos con el ánimo de influir en la construcción de la esfera pública. No persigue un objetivo político concreto o un apoyo a esta u aquella medida, sino sembrar la duda. Las consecuencias son diversas. Incrementa el ruido y la anarquía en el sistema internacional. Afecta a la calidad de la democracia, los procesos electorales y la esfera política. Revela miedos domésticos e injerencia extranjera. Genera conversaciones artificiales, cuyos efectos son reales y tangibles. Construye liderazgos alternativos con el apoyo de dispositivos y campañas digitales. Modifica la dinámica y el alcance del periodismo o la censura. Expande los riesgos hacia el territorio cognitivo donde se define qué es legítimo, correcto o punible. Ahí, en el imaginario, nacen las narrativas estratégicas que inundan el sistema internacional.

La desinformación representa un problema para el orden liberal. Diluye la verdad y la mentira en la vida pública mediante la confusión deliberada de hechos y emociones, ideas y creencias a la manera orteguiana.

La incertidumbre provoca una metamorfosis inmediata en la epistemología, que revive la cultura de la sospecha. La opinión pública no se asienta sobre la construcción de una verdad sólida o factual, sino que apalanca la duda constante ante los acontecimientos, las instituciones, la prensa y el conocimiento estandarizado. Los “hechos alternativos” no atienden al método científico o la racionalidad, sino al interés propio, el deseo de creer en una realidad que conviene al interesado. Las redes sociales contribuyen a este parcelar a la carta, porque permite conectar y, sobre todo, desconectar de la noticias, las fuentes fiables o las opiniones basadas en evidencias.

La crisis se expresa en tres dimensiones: la confianza, el periodismo y la securitización de la profesión, así como nuestras vidas híbridas.

  Tres claves del desorden informativo


El problema de la desinformación principia en la confianza, no en la distribución de noticias falsas. Las encuestas revelan que los ciudadanos desconfían de los representantes políticos, los partidos políticos o las instituciones. El sistema está bajo sospecha, bien porque las democracias se enfrentan a dificultades que no pueden resolver (cambio climático, desigualdad, financiarización de la economía), bien porque los problemas internos (corrupción, tiranía de las minorías, populismo) han erosionado las instituciones. En América Latina, la desconfianza generalizada afecta a la clase política, pero también a los periodistas o los empresarios. El Banco Interamericano de Desarrollo ha señalado su preocupación ante un fenómeno que afecta a la cohesión social, el crecimiento económico, la atracción de inversiones, la transición política entre administraciones o la transparencia.

El declive de la confianza pública ha contribuido a la polarización afectiva, el fenómeno que divide la sociedad entre ellos y nosotros, tribus organizadas en torno al código postal. Las estrategias polarizantes debilitan el tejido social y favorece la expansión de la desinformación. En la polarización, la verdad oficial depende de la confianza ciega hacia el líder y la comunidad epistémica, sin espacios compartidos de entendimiento, razonamiento y evaluación. La confianza se convierte en un asunto partisano, organizado en medios de comunicación afines. Leer -o despreciar en redes sociales- según qué medios se considera un símbolo de estatus o pertenencia a la comunidad política imaginada. Nuestro medio ofrece la interpretación acertada de lo que sucede y consolida una estrategia narrativa con declaraciones y coberturas favorables a esta cosmovisión.

La polarización y la desinformación influyen en el proceso electoral. La democracia se tambalea ante los hiperliderazgos que apuestan todo a una personalidad política arrolladora. Los hiperlíderes tienen una relación difícil con la verdad, ya que construyen su relato frente a los medios de comunicación y los canales convencionales de participación política. El uso de medios digitales y el señalamiento de periodistas alimenta la narrativa personalista, caldo de cultivo para la desinformación y las teorías de la conspiración. Aquí se genera una ventaja competitiva para el mentiroso. La rendición de cuentas se desvanece y no se asumen responsabilidades por las declaraciones sin fundamento, las malas políticas públicas, la ausencia de evidencia o el ataque a los medios de comunicación.

Los regímenes democráticos deben afrontar la recuperación de la confianza social como una prioridad política de primer nivel con medidas concretas llamadas a la reducción de la polarización afectiva, la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, la evaluación de las políticas públicas, la promoción de nuevos tipos de liderazgo, el fortalecimiento del sistema electoral y el acceso a datos. La confianza es un intangible, pero la ejemplaridad de las instituciones y los líderes políticos constituye un activo que puede trabajarse.

El segundo elemento es el periodismo débil. El periodismo consiste en la provisión de información veraz, de interés público para la comunidad. Se articulan las noticias para explicar lo que sucede de acuerdo con una cierta idea de objetividad, que se complementa con la opinión y la interpretación analítica. La condición de veracidad subyace en la calidad del texto, por lo que puede reclamarse tanto en las piezas informativas como en las opinativas. La veracidad permite al lector reconocer un texto periodístico de calidad frente a un rumor: se cita la fuente, el periodista está presente, se evita el uso del condicional y otras características habituales en la definición del valor de la información periodística. Hoy esta definición teórica y práctica se desvanece.

El diagnóstico se agrava con la perspectiva de seguridad que inunda el espacio público. La seguridad es un acto performativo. La mera clasificación de un acontecimiento como afecto a la “seguridad nacional” anticipa una agenda de actuaciones y comportamientos políticos. En la práctica, la etiqueta “seguridad nacional” esconde el deseo de los gobiernos por ralentizar la fiscalización, reducir la responsabilidad sobre las decisiones políticas o disfrazar los fracasos de algunas políticas. En tiempos de conflicto bélico, la seguridad nacional abarca las actividades de información, relaciones diplomáticas o manifestaciones artísticas. La lógica de la seguridad, el orden, la soberanía territorial o la protección de las tradiciones anticipa una acción legislativa partidaria del control de contenidos y la restricción de las libertades bajo distintos argumentos políticos y jurídicos. En el ámbito doméstico, el señalamiento de periodistas impide el normal ejercicio de la profesión y anticipa una cultura de impunidad. Ser periodista hoy es una profesión de alto riesgo cuando se denuncia corrupción o tráfico de ilícitos. La Federación Internacional de Periodistas recoge que la mitad de los asesinatos de periodistas se producen en América Latina, sin contar el acoso, la amenaza física o el exilio. La exposición al riesgo se multiplica ad infinitum en el caso de las mujeres periodistas o con voz en la esfera pública. En 2020, un informe de la UNESCO indica que el 73% de las mujeres ha sufrido violencia en línea. La técnica deepfake ha incrementado el número de vídeos sexuales empleados para amedrentar a mujeres. Es un desastre.

El periodismo contemporáneo afronta un problema estructural que afecta al modelo de negocio, al consumo de noticias, pero sobre todo al servicio que ofrece a la sociedad. Las personas han dejado de creer en las cabeceras y en los medios tradicionales, por lo que observan el periodismo y las noticias con escepticismo. Las noticias compiten en el mismo canal con la propaganda, los vídeos divertidos, el humor o la publicidad. No hay una separación expresa entre canales y contenidos, sino un caudal de información y entretenimiento distribuido en la plataformas y redes sociales. La voz periodística es una más, solo una más, en el coro digital. La apuesta por el clickbait y la copia de técnicas de publicidad para atraer lectores devalúa el producto y empobrece la conversación. ¿Para qué pagar una suscripción a un medio que copia técnicas y estrategias de los TikTokers o publica titulares engañosos?

La crisis de la industria periodística abre una ventana de oportunidad para la desinformación. La distribución por saturación de contenidos extremos y emocionales dirigidos hacia una audiencia más interesada en la sucesión de impactos que en la construcción ontológica de la verdad diluye la función social del periodismo. No hay fiscalización de la actividad política o continuidad en la agenda temática. No hay entrevistas en profundidad o espacio para el análisis. El periodismo fragmentado en redes, vídeos cortos y titulares atractivos es un periodismo débil. Asimismo, la debilidad económica representa una oportunidad para la injerencia extranjera. Rusia y China financian piezas, canales y contenidos informativos que inundan la estructura local.

El problema se agrava en la dimensión local, que ha reducido el espacio para el debate sobre políticas públicas concretas, definidas y de impacto inmediato. La prensa local bien merecería la calificación de bien público en la medida en que complementa los hábitos de consumo y suele estar subrepresentado por dificultad de adquirir ventajas propias de las economías de escala. En esta lógica, si todo es global, se minusvalora la rendición de cuentas en la esfera local y se crea una sensación de homogeneidad informativa centralizada que facilita la desinformación. Hay esperanza. La Fundación Gabo ha listado 1.521 medios nativos digitales en 12 países. Son medios jóvenes (48% tiene menos de 5 años de antigüedad) y sobreviven a un entorno hostil. La sostenibilidad y la independencia económica deberían ser una prioridad.

Está por dilucidar el impacto de la inteligencia artificial en la industria periodística. Sin embargo, me temo que no hay buenas noticias. La inteligencia artificial ha contribuido a este salto cualitativo en la desinformación sistematizada. Los estudios demuestran que el lector no es capaz de distinguir la información periodística de aquella realizada por máquinas en numerosas ocasiones. El aspecto está conseguido, aunque falle el ritmo o el estilo. En la información digital, la desinformación opera con éxito porque prima la abundancia y el manejo de los algoritmos sobre la precisión o la veracidad. Ya se habla de la “desinformación como servicio”, un servicio industrial para la producción de noticias o comentarios para desprestigiar a un rival, arruinar la reputación corporativa o bien ahogar el trabajo periodístico convencional, dedicado ahora a comprobar si la nota que ha recibido es real o proviene de una fuente inventada para la ocasión. Esta tarea extenúa los recursos de la redacción, que no puede emprender sus propios temas. El agotamiento por inundación genera un daño continuado a la comunidad epistémica, ya que la audiencia carece de habilidades o interés para resistir a la marea desinformativa digital.

Las vidas híbridas constituyen la tercera dimensión del tablero de la desinformación. El sistema político y mediático ha construido un espacio digital continuo, una esfera pública sin filtros ni criterio editorial. En el mercado de las ideas, la verdad y la mentira compiten en pie de igualdad. El desorden es evidente: la propaganda, el periodismo convencional, la ficción, la sátira, el vídeo corto o la información gubernamental se mezclan en las plataformas sin que exista una jerarquía o una separación expresa de ideas, opiniones o hechos. El examen de la información científica ofrece una reflexión interesante. Quienes niegan la existencia del cambio climático, dudan de la industria farmacéutica o incluso de la geografía física del planeta ofrecen sus argumentos en redes y plataformas. La retórica es conocida: se duda del conocimiento científico, se establecen otras ideas, pero no se aportan datos, pruebas o experimentos. El coste económico y, sobre todo, emocional de la desinformación arruina las campañas de concienciación en materia de salud pública.

La denominada cultura de la participación digital promueve un espacio en el que convergen creadores y productores de contenidos. El público consume, produce y reproduce, a un mismo tiempo, contenidos con origen en los medios tradicionales y destino las redes sociales. Su impacto afecta a la profesión periodística, modifica la idea de periodismo objetivo o la propia definición de noticia o medio de comunicación. El creciente exponencial de autores independientes no ha mejorado, necesariamente, la calidad de la información disponible. El amateurismo se considera un valor en sí mismo, que permite explotar la subjetividad o el activismo. Es un signo de distinción. Frente al periodista, el activista está comprometido con su causa y aboga por su defensa con todas las herramientas disponibles. La audiencia valora este activismo por encima de la objetividad, el doble chequeo o el acceso a las fuentes. Al contrario de lo sostenido por Albert Camus, el activista da esperanza y no verdades sólidas a la audiencia.

El entusiasmo por la exposición pública de las emociones abona la tesis de la desinformación. En las sociedades abiertas, los hechos compiten con las emociones y la realidad se confunde con el deseo. Los sentimientos, los traumas o la memoria impactan en la epistemología social y avivan la polarización. Las demandas no materiales y el discurso emotivo conectan con creencias y sesgos en los que el interesado participa de manera activa. La desinformación no tiene éxito mediante la distribución de noticias que -casi- parecen periodísticas, sino mediante la producción de historias que reflejan anhelos, deseos, miedos o rencor. Parece más oportuno pensar que la audiencia participante aspira a contestar el orden establecido y desafiar la lógica del modelo político y económico que no le satisface. Esta mirada sobre la construcción social de conocimiento, de nuevo, reduce la confianza en las instituciones y en la identificación de los bienes públicos, sea la libertad de expresión o de información.


  La mentira ubicua

¿Y, a todo esto, a quién le importa la verdad? Esta es la gran pregunta que deben realizarse hoy los poderes públicos, las instituciones multilaterales y la industria periodística. Si la verdad se convierte en un servicio, sin valor para las democracias o sociedades abiertas, la función social del periodismo disminuye. Me atrevo a reclamar dos medidas para que podamos recuperar la confianza en las instituciones y ejercer el periodismo y un ruego, reconducir la convivencia cívica.

En materia de confianza, no considero que el Estado sea el garante de la verdad. La sociedad liberal no es compatible con un Estado que promete la verdad. No tiene esta función y sería contraproducente. Demasiadas veces en la historia la tentación de Siracusa ha comenzado por un gobierno ávido de controlar las narrativas, censurar la disidencia y aminorar los problemas reales. Apuesto por un Estado abierto y digital, que distribuye datos y evidencias sobre sus políticas públicas, así como memorias económicas y sociales sobre los proyectos políticos. La apertura de las fuentes permitirá a los periodistas hacer su trabajo y publicar noticias relevantes para la comunidad. La transparencia institucional es la savia que riega la información periodística de calidad, diferenciada de las piezas divertidas o sesgadas que encontramos a diario en las redes. Esta revisión en profundidad de la comunicación institucional está en franca oposición a los hiperlíderes. Tampoco podemos depositar nuestra fe en la regulación. Nosotros, los europeos, apostamos por la privacidad y la protección, mientras que Norteamérica apuesta por un libro mercado sin contrapesos. Ninguno de los dos modelos es perfecto ni ofrece un compendio de soluciones definidas para América Latina, que debe buscar su propio equilibrio entre libertad de expresión, discurso del odio, algoritmos transparentes y privacidad. ¡Buena suerte en ese camino a Ítaca!

La segunda medida es económica. Pero no nos equivoquemos: el periodismo no necesita subvenciones. El enfoque basado en medidas de apoyo económico yerra el diagnóstico, ya que el problema radica en el desinterés de la audiencia por los servicios ofertados en la industria periodística. Hay que innovar y explorar nuevas narrativas y audiencias. Por un lado, el género periodístico del futuro no puede ser la reproducción de noticias para un público saturado de novedades, mensajes instantáneos y notificaciones. Ahí la atención es escasa. Por otro, el periodismo reclama tiempo de calidad para explicar las causas y las consecuencias de los acontecimientos, la argumentación sobre problemas complejos o el tratamiento en profundidad. El periodismo ya no girará sobre la última hora, mas sobre la explicación, el argumento y el contexto. Menos noticias y más contexto abre un camino para la innovación en formatos, géneros y modelos de negocio. En síntesis, la gravedad de la crisis de la industria periodística reclama unas políticas públicas que contribuyan a la sostenibilidad del periodismo independiente, la defensa del pluralismo, la mejora de las condiciones laborales de los profesionales de la redacción y la alfabetización mediática de las audiencias.

El ruego empieza por un llamamiento a los poderes políticos y acaba en el periodismo. El deterioro de la relación gobierno-oposición es trágica para las democracias, señalando enemigos en vez de rivales. Allá donde no hay un reconocimiento de la alternancia y la legitimidad de los resultados electorales, la desinformación política avanza a gran velocidad. Hay que recuperar la colaboración para que las instituciones se ocupen de los problemas internos que acucian a las democracias, desde la protección de las poblaciones vulnerables hasta la reindustrialización o el coste de la vida. La transparencia y la trazabilidad de las políticas públicas pavimenta un periodismo objetivo y honesto. La tolerancia interpela también a los periodistas, llamados a informar con rigor sobre los problemas y la operativa de la política pública. La desinformación no opera en el vacío ni ataca democracias perfectas. La desinformación circula por autopistas de desigualdad, desafección y polarización, alimentando los bucles o demandas de desinformación. Si de verdad nos importa la expansión aceitosa de la mentira ubicua, resolvamos los problemas reales y el bienestar material de nuestras sociedad. En caso de duda, aplíquese la brújula ética de Javier Darío Restrepo, esto es, las tres preguntas que giran en torno a la veracidad de la información, el respeto a la comunidad y la orientación de servicio público. Hay camino por andar.

Consejos rápidos:
4 cosas rápidas que debes saber sobre la desinformación

Noticias falsas no es el término preferido, ya que se refiere a información y noticias falsas en línea. Sin embargo, es más apropiado utilizar "desinformación" y "desinformación".

  • Desinformación Es información falsa difundida por personas que creen que es verdadera.
  • Desinformación Es información falsa difundida por personas que saben que es falsa.

La desinformación es un daño en línea y puede afectar a los niños:

  • Salud mental
  • Bienestar físico
  • Finanzas futuras
  • Opiniones hacia otras personas

También puede generar desconfianza y confusión en relación con la información que encuentran en línea.

La desinformación se presenta en diferentes formas y puede verse así:

  • Bulos en las redes sociales
  • anuncios de IA
  • Correos electrónicos de phishing
  • Videos populares
  • Publicaciones patrocinadas

La desinformación es difícil de detectar para los niños que quizás aún no tengan las habilidades para verificar los hechos. Puede difundirse en las redes sociales, a través de sitios web de noticias satíricas, a través de videos de parodias y otros espacios.

Perspectivas de Ofcom:

  • El 32% de los jóvenes de entre 8 y 17 años cree que todo o la mayor parte de lo que ve en las redes sociales es cierto
  • El 70% de los jóvenes de entre 12 y 17 años dijeron que estaban seguros de poder juzgar si algo era real o falso.
  • Casi una cuarta parte de esos niños no pudieron hacerlo en la práctica.

Esta disparidad entre confianza y capacidad podría dejar a estos niños expuestos a sufrir daños. En un aspecto más positivo, de los que dijeron tener confianza, el 48% también eran capaces. Leer más Investigación de Ofcom para 2023 en su totalidad.


  Los 10 elementos clave de una campaña de desinformación.

Estas son las diez herramientas más utilizadas en campañas de desinformación:

  1. Noticias falsas / fake news y las deep fake news: Mensajes informativos que no se corresponden con un hecho verdadero o demostrable científica o históricamente. El peligro de las fake news es que estas sean tomadas como creíbles ya que, en el peor de los casos, "pueden provocar graves crisis políticas y de seguridad en un Estado", según el CCN. ¿Cuáles son las 14 fake news más sorprendentes de los últimos años? Una paso más allá en las noticias falsas son las llamadas deep fake news o noticias falsas profundas que consiste en utilizar imágenes de vídeo reales de autoridades y políticos pero que tienen manipulado el audio y el movimiento de la boca mediante software. Más información sobre los riesgos y amenazas de los Deepfake.
  2. El enfoque: Consiste en presentar informaciones con un enfoque o punto de vista alterado de tal manera que la interpretación que se hace no se corresponde con la realidad. Lo más común es manipular titulares y fotografías de una información para que los ciudadanos, de un simple vistazo, caigan en la trampa y se queden con una versión de los hechos que no es la real. Una vez el ciudadano cae en la trampa, al ser noticias normalmente que buscan la emoción, el ciudadano las comparte por redes sociales, multiplicándose por tanto su efecto y número de personas afectadas.
  3. Los nuevos medios: El desarrollo de las TICs y de la Web han facilitado la creación de nuevos actores mediáticos con intereses propios. El peligro radica en que estos medios, con fines de difundir información maliciosa, pueden lograr competir en influencia con medios de comunicación que hasta ahora han sido fiables. Aquí te explicamos por qué votas lo que votas en la era de la desinformación y las fake news.
  4. Los foros sociales: Los foros de discusión suelen ser otro lugar recurrente para difundir mensajes propios de campañas de desinformación. El anonimato que permiten estos espacios, la falta de control y de censura suponen una ventaja para difundir mensajes maliciosos.
  5. Perfiles digitales maliciosos: Precisamente ese anonimato y falta de control en las redes sociales también permite crearse perfiles digitales bajo del nombre de personajes o instituciones reales con el fin de hacer creer a la opinión pública que se han realizado unas declaraciones por parte de unas identidades que, realmente, no son las que dicen ser. ¿Qué hacer si me suplantan la identidad en redes sociales?
  6. Cuentas automatizadas de comportamientos no humanos: Después de la creación de perfiles anónimos en redes sociales, otro paso más allá es automatizarlos, de tal manera que pueden llegar a difundir mensajes de manera masiva en una campaña de desinformación e incluso interactuar con personas reales gracias a bots y a la inteligencia artificial.
  7. Las coberturas digitales o cuentas híbridas: Las campañas de desinformación están empleando, cada vez más, perfiles digitales que aparentan un comportamiento humano, pero la realidad es que se trata de un grupo organizado que trabaja de forma encubierta. Una persona puede llegar a gestionar cientos de cuentas ficticias, manteniéndolas activas para simular que son reales.
  8. Las estrellas invitadas: Consiste en utilizar a personajes influyentes, caracterizados por tener una cierta credibilidad y desvinculados de cualquier asunto político o social. Así, los mensajes lanzados por estos personajes cuentan con mayor aceptación y objetividad ya que son reconocibles para la opinión pública. Sin embargo, la realidad es que sí que tienen vinculaciones políticas o económicas encubiertas y forman parte de una estrategia de desinformación organizada y estructurada.
  9. Algoritmos, cámaras de resonancia y redes de confianza: Los algoritmos que utilizan las redes sociales pueden estar ayudando involuntariamente a las campañas de desinformación ya que los usuarios ven informaciones en sus redes sociales en función de sus gustos, preferencias políticas... y no en función de la calidad, pluralidad y veracidad de los contenidos. El Congreso de EEUU mantiene una Comisión específica que investiga la influencia y determinación que tuvieron las fake news en la campaña de las elecciones en las que ganó Donald Trump.
  10. Los anuncios pagados: Consiste en aprovechar el sistema de algoritmos para promocionar los mensajes desinformativos sobre las cuestiones más polémicas y candentes que se debaten en un país en un momento concreto, por medio de campañas de pago en redes sociales o portales digitales. Las campañas de pago permiten hacer llegar mucho más rápido el mensaje a millones de personas segmentadas por intereses, ubicación, gustos, edad, género, etc. pudiendo personalizar el impacto y manipulando de forma mucho más eficaz y eficiente.

  Más información sobre la desinformación

La desinformación es información falsa difundida por personas que creen que es verdadera. Es diferente de las "noticias falsas" y la desinformación.

Las noticias falsas se refieren a sitios web que comparten información errónea o desinformada. Esto podría ser a través de sitios de sátira como The Onion, pero también se refiere a aquellos que pretenden ser fuentes de noticias confiables.

A veces, la gente utiliza el término "noticias falsas" para desacreditar información veraz. Como tal, es mejor utilizar términos más generales como “desinformación” y “desinformación”.

La desinformación es información falsa que alguien o un grupo difunde en línea sabiendo que es falsa. Generalmente, hacen esto con una intención específica, generalmente con el propósito de influir en otros para que crean en su punto de vista.

7 tipos de información errónea o desinformación

UNICEF identifica siete tipos principales de información errónea y desinformación, todos los cuales pueden afectar a los niños.

El contenido satírico y las parodias pueden difundir información errónea. Se trata de información engañosa que no tiene la intención de hacer daño. Los creadores del contenido saben que la información es falsa, pero la comparten para hacer humor. Sin embargo, si las personas no comprenden la intención, pueden difundirla como si fuera verdadera.

El clickbait para conseguir visitas puede inducir a error a los usuarios. Se trata de contenido en el que el título, las imágenes o los subtítulos no coinciden con el contenido real. Suele tratarse de un clickbait para conseguir más visitas a un vídeo, visitas a una página o interacción en las redes sociales.

El contenido intencionalmente engañoso puede generar ira. Las personas pueden compartir información de manera engañosa para enmarcar un evento, un problema o una persona de una manera particular. Un ejemplo es cuando se usa una foto antigua en una publicación reciente en las redes sociales. Puede generar indignación o miedo hasta que la foto reciba el contexto adecuado.

Dar un contexto falso puede causar indignación innecesaria. Un contexto falso es cuando se comparte información con antecedentes incorrectos.

Un ejemplo alegre es una foto popular del joven director Steven Spielberg posando y sonriendo con un gran animal muerto. Mucha gente se sintió indignada por su caza de un animal en peligro de extinción. Sin embargo, el contexto correcto era que estaba en el set de Jurassic Park y posaba con un triceratops de utilería.

Por lo general, alguien que difunda desinformación “alterará” el contexto de la información. La intención es convencer a las personas de sus creencias o puntos de vista.

La suplantación de identidad puede causar daños de muchas maneras. Esto ocurre cuando una persona, un grupo o una organización se hace pasar por otra persona o fuente. El contenido de impostores puede engañar a las personas para que:

  • Enviando dinero
  • Compartir información personal
  • Mayor difusión de desinformación

La información verdadera que está alterada es difícil de notar
El contenido manipulado es información real, imágenes o videos que se alteran o cambian de alguna manera para engañar a otros. Algunos deepfakes son un ejemplo de dicho contenido.

La información completamente falsa puede causar daño. El contenido inventado es desinformación creada sin ninguna conexión con la verdad. Su intención general es engañar y causar daño. El contenido inventado puede convertirse rápidamente en desinformación.


  ¿Cómo se difunde la información errónea en línea?


Desde las redes sociales hasta las noticias, la información errónea puede difundirse por todo el mundo en un instante.

Para los niños, la desinformación y la desinformación a menudo parecen muy convincentes. Esto es especialmente cierto con la popularidad de IA generativa y la capacidad de crear deepfakes.

Obtenga más información sobre el uso seguro de herramientas de inteligencia artificial.

La inteligencia artificial puede ayudar a los estafadores a crear anuncios y contenidos convincentes que engañen a las personas. Desafortunadamente, a menos que se informe (y a veces incluso cuando se informe), estos anuncios pueden llegar rápidamente a millones de personas.

Si bien la desinformación no es nada nuevo, Internet permite que se propague mucho más rápido y llegue a muchas más personas.

Cómo las redes sociales difunden información falsa

Desde cuentas de títeres hasta anuncios fraudulentos, las redes sociales pueden ayudar a difundir información errónea a miles, si no millones, de personas a la vez. Desafortunadamente, los algoritmos de las redes sociales hacen que cualquier interacción ayude a que el contenido llegue a más personas.

Las reacciones de enojo en Facebook o los comentarios que califican una publicación como falsa solo ayudan a que el cartel llegue a más personas. Esto se debe a que el algoritmo sólo entiende si algo es popular o no. No puede decir si la información es falsa; es por eso que los usuarios deben reportar información falsa en lugar de interactuar con ella.

Cómo las cámaras de eco difunden información errónea

"Cámaras de eco" es un término utilizado para describir la experiencia de ver solo un tipo de contenido. Básicamente, cuanto más interactúe alguien con el contenido, más probabilidades tendrá de ver contenido similar.

Entonces, si un niño interactúa con un influencer que difunde misoginia, verá más contenido similar. Si interactúan con ese contenido, verán más, y así sucesivamente. Esto continúa hasta que todo lo que ven es contenido en torno a la misoginia.

Cuando un algoritmo crea una cámara de eco, significa que el usuario solo verá contenido que respalde su visión. Como tal, es realmente difícil escuchar las perspectivas de los demás y ampliar su visión del mundo. Esto significa que, cuando se les desafía, se ponen más a la defensiva y es probable que difundan el odio.

Cómo el diseño impacta la forma en que se difunde la información errónea

En un Estudio de caso Risky-by-Design de la Fundación 5Rights, las siguientes características de diseño también contribuyeron a la difusión de información errónea en línea.

Las recomendaciones favorecen a los creadores populares. Los creadores de contenido que tienen un gran número de seguidores y difunden información errónea tienen un alcance más amplio. Esto se debe en gran medida a los algoritmos diseñados para la plataforma.

Muchas plataformas están plagadas de bots. Los bots y los perfiles falsos (o cuentas ficticias) pueden difundir información errónea como único propósito. También pueden manipular la información o hacer que la fuente de la desinformación sea más difícil de rastrear. A menudo, también resulta bastante difícil para los usuarios denunciar cuentas falsas o pirateadas.

Los algoritmos pueden crear cámaras de eco o "un ciclo cada vez más reducido de publicaciones similares para leer, vídeos para mirar o grupos a los que unirse". Además, algunos creadores de contenido que difunden información errónea también tienen intereses en contenido menos dañino. Por lo tanto, el algoritmo podría recomendar este contenido inofensivo a usuarios como los niños. Luego, los niños miran a estos nuevos creadores de contenido y eventualmente ven la información errónea.

Por ejemplo, Andrew Tate, que se describe a sí mismo como misógino, también compartió contenido relacionado con finanzas y autos llamativos. Este contenido podría resultar atractivo para un grupo de personas que no están de acuerdo con la misoginia. Por ejemplo, nuestra investigación muestra que los niños tienen más probabilidades que las niñas de ver contenido de Andrew Tate en las redes sociales. Sin embargo, tanto las niñas como los niños tienen la misma probabilidad de ver contenido sobre Andrew Tate en las redes sociales.

No todas las etiquetas de contenido son claras. Los diseños sutiles de etiquetas de contenido (por ejemplo, para identificar algo como un anuncio o una broma) suelen pasar desapercibidos. Las etiquetas más obvias podrían ayudar a los niños a navegar con precisión por la posible información errónea en línea.

La reproducción automática facilita la visualización accidental. Cuando finaliza un video o un audio que elige un niño, muchas aplicaciones comienzan a reproducir uno nuevo automáticamente por diseño. Por lo tanto, pueden interactuar accidentalmente con información errónea que luego alimenta el algoritmo. La mayoría de las plataformas le permiten desactivar esta función.

Las aplicaciones que ocultan contenido pueden fomentar la desinformación. El contenido que se comparte y luego se elimina rápidamente es más difícil de verificar. Difunde desinformación porque no les da a los espectadores la oportunidad de verificar si es verdad. Los niños pueden interactuar con este tipo de contenido en aplicaciones como Snapchat, donde los mensajes que desaparecen son la norma.

Los algoritmos no pueden evaluar el contenido que es tendencia, pero sí pueden identificar qué hashtags o temas son los más populares y compartirlos con más usuarios. Sin embargo, estos algoritmos no pueden determinar si se trata de información errónea, por lo que es el usuario quien debe tomar esta decisión, algo que puede resultar difícil para muchos niños.

La desinformación puede llegar fácilmente a muchas personas. Al compartir contenido directamente, muchas aplicaciones y plataformas sugieren una lista de personas ya preparada. Esto facilita compartir desinformación con un grupo grande de personas a la vez.


  ¿Qué impacto pueden tener las noticias falsas en los jóvenes?


Casi todos los niños están ahora en línea, pero muchos de ellos aún no tienen las habilidades para evaluar la información en línea.

La mitad de los niños encuestados por el National Literacy Trust admitieron preocuparse por las noticias falsas. Además, los profesores en la misma encuesta notaron un aumento en los problemas de ansiedad, autoestima y una visión sesgada general del mundo.

La desinformación puede afectar a los niños de varias maneras. Estos podrían incluir:

  • Estafas: Caer en estafas podría provocar filtraciones de datos, pérdidas financieras, impactos en la puntuación crediticia y más.
  • Sistemas de creencias dañinos: si los niños ven contenido que difunde el odio, esto puede convertirse en parte de su visión del mundo. Esto podría conducir a malos tratos hacia personas diferentes a ellos o incluso conducir a la radicalización y el extremismo.
  • Retos o trucos peligrosos:Algunos videos en línea pueden promover desafíos peligrosos o "trucos de vida" que pueden causar daños graves. Estos trucos son comunes en vídeos de granjas de contenidos.
  • Confusión y desconfianza: Si un niño se convierte en víctima de desinformación, es posible que tenga dificultades para adquirir nueva información. Esto puede generar desconfianza, confusión y tal vez ansiedad, dependiendo del alcance de la información errónea.

Las consecuencias directas de un ataque de desinformación pueden resumirse en:

  • Pérdida de confianza en los medios de comunicación tradicionales:
    Ante este escenario de crisis de confianza en los medios tradicionales, las campañas de desinformación están aprovechando la ocasión para tratar de multiplicarse e implantarse con mayor facilidad.
  • Pérdida de confianza en las instituciones públicas: En el caso de España, las encuestas de opinión también vienen mostrando una crisis en la percepción ciudadana hacia sus instituciones de gobierno, lo que supone otro punto de vulnerabilidad que permite crear un mejor caldo de cultivo para la desinformación.
  • Pérdida de confianza en la soberanía del ciudadano:
    Aquellos que atacan con acciones desinformativas también persiguen erosionar la confianza del ciudadano en la idea de que la información es un elemento de decisión clave para el ciudadano, de modo que sea capaz de tomar las mejores decisiones en cada momento.
  • Polarización social: Las campañas de desinformación buscan aumentar la polarización del debate social, es decir, enfrentar a los ciudadanos de un país en torno a determinados temas políticos, económicos o sociales.


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