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La mentira y el Orden Universal

Muchos conflictos tienen su génesis en la mentira. Y esto incluye conflictos de todo tipo: desde conflictos a nivel geopolítico (la 2WW arranca con una vil mentira alemana en la frontera con Polonia) a escenarios más cotidianos como la ruptura del sacramental lazo matrimonial por una infidelidad encubierta en groseras mentiras. Pero, sucede que es tal su alcance, que la mentira ha reivindicado el pensamiento Kafkiano, en su cosmovisión del Orden Universal, ¿cómo así?. Sigue leyendo y entenderás.
“Las mentiras se justifican con el ideal que dormita al fondo del alma rencorosa: que los horrores del mundo van dirigidos en especial a la víctima que intenta justificar su mentira. Pero necesitamos sacar a colación la arrogancia, junto con el rencor, para entender de verdad por qué practicamos el engaño.” (Jordan B. Peterson. “Más allá del orden.”)

  Política, gobierno y mentiras ... realidades

Hay pocas formas de violencia más destructiva que la mentira. Cuando esta se transforma en una manera de gobernar, de dirigir y manipular a grandes masas, nos encontramos con el socialismo real, el nacional socialismo, el neoliberalismo o el comunismo. Hace tiempo se tratan de definir las formas de gobierno, de ideología totalitaria desde diferentes perspectivas. La económica es la más popular. También por las formas de hegemonía comunicacional. Otras tantas por la manera de organización social y política.


«El Estado es la forma superior de la moralidad»
Aristóteles, Política

Ha pasado el tiempo desde cuando a mediados del siglo XIX nacieron estas formas ideológicas. Con expresión política tanto en el marxismo como en el liberalismo. Sin olvidar al mercantilismo. Aunque como todo lo insuficiente y reductivo, no fueron nada originales. Se venían gestando desde finales de la edad media, con el pensamiento de Maquiavelo. Como expresa el gran Leo Strauss: “el mejor discípulo de Maquiavelo fue Marx”.

Desde nuestra posición de lego en ciencia política, nos atrevemos a encontrar un lugar común y repetido en todas esas formas ideológicas: la mentira. La mentira que viene del orgullo y la arrogancia. En definitiva, la mentira que acompaña al resentimiento. El resentimiento en cualquiera de sus formas. Hay maneras de resentimiento individual y otras colectivas. El resentimiento social y económico pertenece a su manifestación colectiva. Una verdadera plaga que puede introducir a los pueblos por verdaderos entuertos históricos.

Es cierto que hoy los políticos no pasan por el mejor momento de credibilidad, aunque no lo es menos que nunca han tenido buena prensa en eso de decir la verdad. Recuérdese el desprecio que George Orwell sentía por ellos, al calificar el mundo de la política como «un montón de mentiras, fraudes, estupidez, odio y esquizofrenia», lo cual no es muy distinto a lo que en los últimos meses se oye del presidente del Gobierno en funciones. Y cobra vigencia, como nunca antes, su máxima:

Cuando la mentira se convierte en “ortopraxis” aparecen personajes como Petro o Lula. Los pueblos que acompañan sus aventuras, nunca se acaban de arrepentir el no haber advertido el engaño. Luego cuando se quiere corregir el rumbo, suele ser demasiado tarde. La mentira repetida sin cesar, actúa una y otra vez cegando las conciencias y torciendo las acciones. Porque mentir en lo público, en lo de todos, es similar a robar. Mucho más es equivalente a matar.

“Es la arrogancia tras ese mentiroso que cree que, de algún“ modo, su mentira ha alterado para siempre la forma del mundo, así que ahora se puede vivir como si esa mentira fuera real por algún motivo. Pero la realidad es muy complicada y, según parece, casi todo depende de todo lo demás.” (Jordan B. Peterson. “Más allá del orden”)

  Kafka y el Orden Universal

El manuscrito de «El proceso» -probablemente la novela más emblemática de Franz Kafka - sigue generando reflexiones dignas de su autor.

«Alguien tuvo que haber calumniado a Josef K. porque, sin que hubiera hecho nada malo, fue arrestado una mañana», dice el comienzo de «El proceso» para luego seguir con las peripecias del protagonista que ni siquiera llega a saber qué cargo se le imputa.

Cuando en «El proceso» su protagonista, K., duda ante las contradicciones del guardián, el sacerdote le replica lapidariamente: «No hay que considerar que todo es verdadero, sólo hay que considerarlo como necesario». Lo cual parece a K. en su fuero interno –y no sin razón– «una sombría opinión». Y acto seguido añade Kafka una de las más desoladoras palabras del siglo XX que anticiparon el final de tantas realidades valiosas, y que queda expresado en la imagen que sigue:

En dicha novela, la preponderancia de la utilidad del acto frente a la noción de verdad era la base de un sistema basado en el engaño. Y, sin embargo, la defensa de la verdad como valor absoluto puede ser igualmente problemática si no partimos de que el acceso a la misma es complicado y, en muchos casos, sujeto a la subjetividad de cada circunstancia personal.

La anterior reflexión constituye una cruel constatación tan válida en la obra de Kafka como en el tiempo que nos ha tocado vivir. Razón fundamental para recordar que la política democrática debe ser un dique de contención del engaño y representar una estrategia de la verdad.

No es una licencia poética, es que realmente me identifico con Kafka quien tuvo una visión casi que profética en esa reflexión: y fundamentado en ello, asevero que la mentira está detrás de las decisiones importantes que afectan el devenir de muchos países, por intereses egoístas de sus gobernantes o por golosos intereses de potencias imperialistas. Un ejemplo demasiado esclarecedor lo encontramos en la mentira de la presencia de armas de destrucción masiva que usó el presidente George Bush para invadir Irak en 2003,

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Detalles sobre la guerra de Irak leyendo:

Invasión de Irak: ni armas de destrucción masiva, ni libertad prometida

¿Por qué cuento todo esto? Porque si hay algo que tengo muy claro es que una cosa son los bonitos ideales, y otra la cruda realidad. El diálogo ha demostrado que es la mentira de los dictadores para entretener a sus opositores, y que en nada soluciona el acoso al que está sometida la población, y por ende, se necesita una demostración de fuerza. El diálogo debe partir antes de una posición de fuerza, de lo contrario, suele ser inútil. Tome por ejemplo el caso palestino: de nada sirve dialogar si no puedes poner encima de la mesa una capacidad ofensiva equivalente a la de Israel. Se le llama equilibrio y opera en todos los ámbitos de la realidad, desde la Física a las relaciones humanas. Si no puedes defenderte, tienes que fiarte de la buena voluntad del prójimo: y ahí estás jodido.

Imaginemos ahora que el ciudadano K. nos visitara como testigo en ese otro proceso de degradación que está sufriendo nuestro país en relación con la mentira y la derrota de la veracidad. Creo que volvería a sentir esa misma «perversión epistemológica» que le oprimía durante el relato kafkiano, al contemplar cómo la mentira –no el error, sino la voluntad de mentir– ha ido tejiendo por los repliegues de nuestra política nacional, autonómica y local las telarañas que carcomen la esperanza de un país oprimido desde las altas esferas de un poder narco-corrupto y criminal.

Y es que esta frecuencia tan intensa del mentir en nuestra vida política, ya irrespirable, no significa otra cosa que los dos polos políticos (oficialismo y oposición) han reavivado aquella fórmula que hace años acuñó Julián Marías: «Vivir contra la verdad». En tanto que los partidos de ambos polos parecen desde su origen mismo instalados en ella.

Ahora bien, el elemento más novedoso de la exaltación de la mentira en nuestra política ha sido sin duda la abdicación de la veracidad por parte de los partidos de Oposición, como revelan los ejemplos miserables del llamado ALACRANATO. Para ello hay que tener presente que, por un lado, la mentira propia de los partidos tradicionales de Oposición tiene su explicación en el concepto de realidad que anima su ideología que es el enriquecimiento a costa del hambre del pueblo. Su falta de respeto a la verdad viene dada en origen por su discrepancia con el concepto clásico de esta como «adecuación a la realidad». La acción política no será tanto supeditarse a lo real como transformarlo. De ahí su carácter mesiánico y utópico. La verdad no es ya propiedad de la inteligencia sino de la imaginación: la acción política genuina –«verdadera»– consiste, al fin y al cabo, en transformación. Acá toma valor una frase del español Rodríguez Zapatero cuando declaró siendo presidente que «la verdad no nos hacía libres, sino que la libertad nos hacía verdaderos». La veracidad queda desplazaba por la autenticidad y la mentira no es ya una cuestión moral y mucho menos una de las más grandes cuestiones, personal y colectivamente.

Tiene que existir un contrapoder, para que no exista desequilibrio. Y, me refiero a desnudar la mentira. Eso empieza por estar informado. Tener espíritu crítico. Y actualmente se cuenta con las redes sociales para exponer puntos de vista alternos a la posición del status quo.

  ¿Vivimos bajo el Orden Universal de la mentira?

Hannah Arendt escribía lapidariamente en su ensayo Verdad y política, lo siguiente:


"Nadie ha dudado de que la verdad y la política mantengan entre sí una mala relación y, que yo sepa, nadie ha incluido la sinceridad entre las virtudes políticas"



Habría que precisar, sin embargo, que esto es así en la política de Estado, de los gobiernos, de la política electoral convencional y de la reproducción de los privilegios.

La estrategia de la mentira es consustancial y necesaria tanto al proyecto neoliberal como a las fuerzas reaccionarias en ascenso. Pero para la política democrática, la política de las subalternas, la mentira convertida en parte integral de su propia identidad supone una negación de sus valores y la desnaturalización de sus fines. Socava su potencial de cambio y a la larga su credibilidad. Si la mentira es funcional en todo proyecto de dominación, su uso generalizado se convierte en un tiro en el pie por parte de todo movimiento emancipador. Puede ser útil para la autorreproducción de aquellos que lo dirigen, pero a costa de vaciar su contenido.

Este es el espíritu con que Gramsci entendía la política revolucionaria cuando escribía en marzo de 1922 en las páginas del Ordine nuovo que:

"no hay que ocultar a la clase obrera nada de lo que le interesa, ni siquiera cuando lo pueda disgustarse, ni siquiera en el caso de que la verdad parezca hacer daño en el inmediato; significa que hay que tratar la clase obrera como se trata un mayor de edad capaz de razonar y discernir, y no como un menor bajo tutela".

Explicaba Gramsci así el significado del lema "decir la verdad es revolucionario", atribuido a Ferdinard Lassalle y que la publicación turinesa utilizaba en la cabecera de su primer número como diario en 1921.

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  La mentira embarrando procesos de elecciones

Aún cuando la democracia no es el modelo perfecto (aunque si perfectible), su basamento está en el poder popular expresado en elecciones libres, no obstante, cuando se inserta cual sanguijela la mentira del régimen gobernante, se pierde la esencia democrática, porque a posteriori esos poderes ocultos y macabros que tiñen las elecciones, profundizan en la instauración de un aparato represor y secuestro de las Instituciones democráticas.

Si algo ha demostrado la pasada campaña electoral venezolana del 28-07-2024, fue el uso descarado e incluso insolente de las mentiras como herramienta de propaganda. La mentira se ha normalizado en todas sus formas y variantes: falsedad, engaño, insidia, medias verdades o tergiversaciones, intencionales y técnicamente calculadas, evacuadas de los liderazgos de los partidos y de los consejos asesores. Sin complejos ni escrúpulos, hechos e historias fueron falseados en los argumentos oficiales y no oficiales de los partidos, que fueron difundidos y blanqueados por muchos medios de comunicación, mercenarios de los poderes fácticos. Parece que la mentira blanqueada, a la que se denominó masivamente "posverdad" tras la crisis mundial de 2008, ha aterrizado aquí, con evidentes resultados "positivos", por ejemplo, en el Brexit o en las elecciones estadounidenses que dieron la victoria a Donald Trump.

Más allá de consideraciones éticas que nunca deben eludirse, la mentira o “posverdad” se ha convertido en un “arma de manipulación de masas” que la plutocracia y la cleptocracia utilizan al máximo para frenar o desviar el curso natural de las democracias que, de por sí, conducirían a la imposición legítima y pacífica de los intereses objetivos y las aspiraciones económicas, políticas, culturales, igualitarias y éticas de las mayorías sociales. Porque en la medida en que la democracia se desarrolle y se extienda, la explotación de los seres humanos, los privilegios, la desigualdad, la violencia y la alienación de los individuos disminuirán. Es así como la mentira o la “posverdad” se convierte en un arma de manipulación masiva para destruir la democracia a través de la corrupción de la democracia misma, a través de la alienación de los individuos y las comunidades, inducidos a la confusión entre la realidad y la mera formalidad del ejercicio democrático.

Las pasadas elecciones generales en Venezuela del 28-07-2024 demostraron la eficacia de esta arma de manipulación de masas, pero también demostraron que en la sociedad española pervive una notable capacidad de resistencia democrática.

Sin embargo, no debemos despreciar ni, mucho menos, desperdiciar esta capacidad de resistencia a la estrategia de la mentira, cayendo en la tentación reaccionaria del sectarismo o en la quimera del “todo o nada”. La tremenda fuerza de la manipulación de masas sigue ahí y, en consecuencia, la unidad, la lucidez de nuestra reflexión individual y colectiva, la voluntad política de profundizar la democracia son esenciales e imperativas para que la mentira no "se convierta en el orden universal", como vislumbró Josef Kafka.


hr